LOS FALSOS MITOS DE LA AUTOMATIZACIÓN (I)
Los falsos mitos de la automatización en las empresas de producción son muchos.
El más relevante es que automatizar la producción significa reducir el empleo, con el consiguiente empobrecimiento de la sociedad. Lo cual no es cierto. El empleo se reduce cuando las empresas dejan de ser competitivas. Desde unas cuantas décadas la importación de material producido en China u otros Países asiáticos ha hecho mucho daño a la economía occidental, arrasando enteras unidades productivas y provocando la pérdida de innumerables puestos de trabajo; los costes de producción europeos no permiten a las empresas 'de casa' competir por precio con las asiáticas, entre otras cosas porque en nuestra sociedad occidental los trabajadores pueden ganar un sueldo que les permite vivir dignamente (a diferencia de lo que ocurre, de forma paradójica, en los Países comunistas).
Quedan dos alternativas: comprar en estos Países o producir a precios más competitivos.
La primera opción es la más sencilla, y ha sido la de más éxito hasta ahora. Sin embargo, el riesgo que el trasvase de información industrial representa ha permitido a los empresarios asiáticos crecer mucho en la vertiente tecnológica, aprovechando los descubrimientos técnicos occidentales e implementándolos para luego ofrecerlos al mejor postor, y todo ello sin que los beneficios se trasladaran a la población, en primer lugar a los trabajadores quienes deberían haber sido los primeros beneficiados por la ideología marxista en general y comunista en particular.
La segunda opción consiste en reducir los costes de producción automatizando las fases de trabajo. Lo cual comporta la necesidad de una mano de obra más cualificada con respecto a los standard que se han instalado en el imaginario colectivo. En un tejido industrial proyectado hacia el futuro no hay espacio para las personas poco calificadas, que se tendrán que dedicar a otras ocupaciones. Un reflejo de ello podría ser el mundo de las carreras de coches, dónde nos encontramos con una legión de ingenieros, que saben apretar tuercas si es necesario, pero que no se conforman con ello y entienden los complicados procesos mecánicos y electrónicos.